Me gusta leer historias en femenino de vez en cuando en los medios. Así, ya está.
No creo que sea una lupa maliciosa contar la experiencia de las mujeres en ciertos sectores laborales. Suelen mostrar en su mayoría una cara amable de cómo es el día a día de mujeres que se dedican a profesiones en las que aún parece extraño encontrarse con alguna de nosotras y que suelen ser además en constante relación con el público. En otras informaciones se ve la cara amarga de las condiciones laborales de las mujeres.
Mi compañero Antonio Muñoz de la Vega, de La Voz de Cádiz, pone la mirada en historias de mujeres taxistas de Cádiz porque han publicado el libro 'Mujer y taxista, anécdotas' que se presentó en el Centro Integral de la Mujer de Cádiz. Las profesionales del taxi representan tan solo el 1% de personas que se dedican al gremio en la capital. Poquísimas. Pero al parecer es un dato extrapolable al resto de España.
Alguien puede considerar que señalar esta diferencia hace un flaco favor o supone un trato preferente a las mujeres: "¿Eso es una noticia? ¿que haya mujeres taxistas? pero si eso ya se sabe", por ahí no van los tiros. La intención debe ir por visibilizar el empleo femenino. A lo mejor en el ambiente distendido y amable que transpira la información de mi colega no invitaba en ese momento a preguntar qué tipo de inconvenientes tenían frente sus compañeros de profesión, si es que los hay, el trato de la clientela... Sería interesante.
En esta semana se ha sabido que El Corte Inglés ha sido condenado por discriminación a sus trabajadoras en los salarios, así que no está de más bucear de vez en cuando en el empleo de las mujeres y de otras personas que pueden encontrar serias dificultades tanto para acceder al mercado laboral como para obtener unas condiciones que se equiparen a lo que la normatividad general reclama como justo.
¡Son tantas cosas! ¡hay tanto que decir! ¡hay tanto que visibilizar!
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