jueves, 12 de diciembre de 2013

Nunca es tarde...

Llego tarde, bastante tarde en cuanto al consumo de las informaciones que tenemos hoy en día, pero tal vez no sea tan tarde comparado con 95 años de vida y 27 de encierro en una prisión.

Nelson Mandela se despedía de la vida terrenal hace exactamente una semana y son muchas las celebridades de la política que han acudido en masa a despedir al activista y político. Entre ellas, la celebridad que gobierna mi país, que se desmarca con unas declaraciones dignas de análisis psiquiátrico, como mínimo:


Ahí es nada.

Sorprendente el despliegue de condolencias de países donde Mandela, Madiba, hasta el año 2008 constaba aún como un peligroso terrorista comunista. Hablo de EEUU. Porque Mandela era negro y comunista. Y convirtió su lucha en una rebelión donde negaba la violencia contra las personas pero sí la aceptaba contra el sistema. Difícilmente se pueden conjugar las dos versiones porque la línea se traspasó peligrosa e inevitablemente en alguna ocasión con lamentables consecuencias. Recordemos los disturbios de Soweto.

Mandela, acompañado, luchó contra el apartheid, contra el colonialismo y, dicen, contra el patriarcado. Pero su mayor victoria fue que tras pasar 27 años en prisión fue liberado en el año 1990 con casi 72 años y tuvo fuerzas para ganar unas elecciones democráticas, las primeras, y gobernar Sudáfrica como el primer presidente negro. (Similitudes con Barack Obama, las justas, por favor). Y otra victoria, y tal vez lo que ha forjado su leyenda, fue el perdón hacia quienes lo condenaron, creando una transición social y política admirables.

Durante el funeral celebrado hace unos días me contuve en muchas ocasiones las malas palabras hacia esas personas que recitan tópicos sobre la figura de una de las personalidades más influyentes del siglo XX y mientras ponen cuchillas en la verja de una frontera. Como en todo, hay personas de primera y de segunda o tercera. Y la diferencia la marca la riqueza material.

Probablemente, si Mandela hubiera podido, hubiera aceptado que estas personas hipócritas asistieran a su despedida, pues siempre confió en la sensatez de sus contrarios aunque tuvieran ideas dispares a las suyas. De Rajoy poco o nada se puede esperar tal y como demuestra una y otra vez.

Madiba dio una lección que transformó el mundo, poniendo sobre la mesa lo absurdo del eurocentrismo, de la invasión cultural y la aniquilación y sometimiento de lo diferente, cuando la suma de elementos es lo que enriquece a los pueblos y las personas.

Y de esto todavía habrá gente que no se entere.

Una figura así, tan determinante, difícilmente puede volver a repetirse. Y no es porque no haga falta, porque el racismo, el sexismo, la xenofobia, la discriminación... los miedos e injusticias, siguen sucediéndose. ¿La explicación? La dejo a vuestra elección.


 
 
Mi último recuerdo, a Margaret Thatcher, que en el año 1987 nos dejó otra perla visionaria sobre el partido que encabezaba Mandela:
 
"El Congreso Nacional Africano es una típica organización terrorista. Cualquiera que piense que va a gobernar Sudáfrica vive en una nube".

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